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miércoles, 5 de julio de 2017

El cielo desde la Universidad


El viernes 14 de Julio,tres museos de la UNC, el del Observatorio Astronómico, el Museo Histórico de la Universidad y el Museo del Colegio de Monserrat, ofrecerán una actividad libre y gratuita para que todos puedan tener la posibilidad de realizar observaciones con telescopios desde el centro de la ciudad.La jornada se desarrollará de 19 a 23hs en el Antiguo Rectorado (Obispo Trejo nº 242)


La fecha coincide con un nuevo aniversario del nacimiento de Buenaventura Suárez, considerado el primer astrónomo argentino, quien estudió y fue profesor en Córdoba durante la época colonial.
En esta oportunidad podremos disfrutar del cielo del centro de nuestra ciudad, de una manera diferente. Los telescopios del Observatorio se trasladarán al patio del Antiguo Rectorado y los visitantes, si el clima lo permite, podrán observar Saturno, Júpiter y diversos cúmulos globulares.
Además de la observación, se realizarán otras actividades: podrán armar un reloj de constelaciones, conocer piezas del Museo del Observatorio y también incorporarse a las visitas temáticas en dos horarios: a las 20.30h y a las 22:00h,que se desarrollarán en conjunto entre el Museo Histórico UNC y el Museo Monserrat.
Cada una de estas visitas comenzará desde el Patio del Antiguo Rectorado y recorrerá las salas de la Colección Jesuítica del Museo Histórico UNC. Terminará en el Museo del Colegio Monserrat haciendo la conexión de manera interna.

El cumpleaños del primer astrónomo argentino

Hace 338 años, el 14 de julio de 1679, nacía en Santa Fe, Buenaventura Suárez, considerado el primer astrónomo argentino. Cuando era joven su vocación de ser jesuita lo traslada a la ciudad de Córdoba para hacer el noviciado y además de cursar sus estudios, enseña gramática y humanidades. Durante su paso por la Universidad, utilizaba los libros de la biblioteca, que hoy denominamos Colección Jesuítica, y que será posible observar durante las visitas temáticas.
Realizó estudios en distintos campos, pero entre ellos se destacaron sus trabajos en astronomía y sus aportes fueron reconocidos tanto en Europa como en América. Luego de su paso por Córdoba, Suárez comenzó un proyecto inesperado: en los pueblos de San Cosme y San Damián de las misiones guaraníes, construyó el primer observatorio astronómico de la región.
Este observatorio contaba con varios telescopios, un péndulo astronómico con índices de minutos y segundos y un cuadrante astronómico con los grados divididos de minuto en minuto. Cada uno de ellos e incluso las lentes que utilizaba en sus instrumentos fueron construidos por el propio Suárez con la ayuda de los guaraníes.
El astrónomo plasmó los datos obtenidos en sus investigaciones en un libro llamado “Lunario de un siglo”, en aquella época, por “Lunario” se entendía lo que hoy llamamos calendario o almanaque astronómico. Suárez además mantenía correspondencia con investigadores científicos en Madrid, Baviera, San Petersburgo y Pekín.     

El cielo desde la Universidad
Viernes 14 de julio
Antiguo Rectorado UNC – Obispo Trejo 242
Entrada libre y gratuita
Programa
De 19h a 23h

Los telescopios se trasladan

Se colocarán telescopios en el patio del Rectorado Antiguo de la Universidad para que todos puedan observar el cielo desde el centro de la ciudad. Desde esta ubicación y en este momento del año, se podrá observar Saturno, Júpiter y diversos Cúmulos globulares (si el clima lo permite).

Aprendiendo a mirar las estrellas

En el antiguo tránsito entre la Universidad y el Colegio de Monserrat habrá una actividad permanente para armar un reloj de constelaciones.
20.30h y 22h

Recorridos temáticos. Buenaventura Suárez, el primer astrónomo argentino.

Las visitas comentarán la vida de Buenaventura Suárez en homenaje al aniversario de su nacimiento. Suárez fue estudiante y profesor de la Universidad de Córdoba durante el período jesuítico. Está considerado el primer astrónomo argentino y uno de los más importantes hombres de ciencia de la época.
Además, se podránrecorrer las salasdel Colegio de Monserrat que cuentan con antiguosaparatos empleados para la enseñanza de las ciencias (Física, Química y Biología) adquiridos enconjunto con la Academia Nacional de Ciencias a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, principalmente en Alemania y Francia. 

miércoles, 27 de julio de 2016

Hace 145 años se instalaba el Gran Ecuatorial

Un día como hoy pero de 1871 se terminaba de emplazar este Telescopio que permitió realizar observaciones y fotografías fundamentales para la astronomía cordobesa y mundial. Hoy es la gran atracción para quienes nos visitan.

El “Gran Ecuatorial”, como se denominó a este telescopio refractor, llegó a Córdoba en 1870 proveniente de la ciudad de Boston junto con las primeras partes del edificio que formarían parte del nuevo Observatorio Astronómico y fue alojado en una cúpula de seis metros de diámetro ubicada en el ala Este, contigua a la sala Meridiana.
El instrumento fue pedido por el primer director de esta institución, Benjamin Gould, con la intención de ser utilizado para observación y para la realización de fotografías estelares. Debido a estas dos funciones, contaba con dos lentes intercambiables que se colocaron tiempo después, por razones de protección ya que aún estaba en construcción el edificio.
El objetivo fotográfico adquirido fue construido por el aficionado a la astronomía Lewis Rutherfurd, magnate neoyorkino que se capacitó con el reconocido óptico Henry Fitz. Este objetivo fue el primero en su tipo destinado específicamente para su empleo en fotografía y Rutherfur lo utilizó para tomar numerosas imágenes de diferentes objetos celestes, entre ellos la Luna y varios cúmulos estelares abiertos. Una réplica de sus fotos lunares se puede observar en el MOA.

1910, el telescopio en la cúpula Este de la
primera sede del Observatorio

Ese lente fue colocado en el Telescopio Gran Ecuatorial en 1872, y con él se fotografiaron cúmulos estelares que formaron parte de “Fotografías Cordobesas”, una publicación de 1897 que representa la primera obra realizada en forma sistemática y a gran escala en la historia de la astronomía a nivel mundial.
Con la lente de observación, se perfeccionaron las observaciones llevadas a cabo años antes con el Círculo meridiano, y se realizó el seguimiento de las estrellas variables detectadas con anterioridad.
El Gran Ecuatorial sufrió diversos traslados hasta que, en 1912, bajo la dirección de Charles Perrine, se montó en la torre noreste, lugar donde aún se localiza.
La habilitación del Telescopio Astrográfico en 1902, la puesta en marcha del Gran Reflector de Perrine en 1918 (cuya montura se puede observar en el Parque del OAC) y la inauguración de la Estación Astrofísica de Bosque Alegre en 1942 ; junto al incremento de la contaminación lumínica debido al crecimiento de la ciudad, hicieron que el Gran Ecuatorial fuera cada vez menos utilizado para investigaciones. A fines del siglo XX se destinó a la instrucción de los estudiantes y a la atención del público .

Hoy, continúa dominando la cúpula noreste y es la atracción principal de nuestros visitantes que pueden observar el cielo a través de su lente, como lo hacían los astrónomos hace muchos años atrás.

Hoy se utiliza para observaciones en las visitas guiadas

jueves, 16 de junio de 2016

 Nuevo mapa muestra el lado oscuro de la luz artificial en la noche

Más de un tercio de la humanidad no puede ver la Vía Láctea debido a la contaminación lumínica, y una nueva generación de bombillas eficientes podría hacer que el problema sea mucho peor.

“Encender una vela es proyectar una sombra”. Así escribió Ursula K. Le Guin en su novela de fantasía para adultos jóvenes “Un mago de Terramar”, en 1968. La observación poética de Le Guin se refería a las ambigüedades morales de la magia, pero también describe con elocuencia la centenaria búsqueda tecnológica por desterrar la oscuridad y uno de sus mayores avances: la invención de la bombilla eléctrica.
Es innegable que la luz eléctrica tiene lados brillantes. Es difícil trabajar, viajar o leer en la oscuridad, pero con solo levantar el interruptor el problema desaparece. Las ventajas económicas son tan profundas que se pueden ver sus efectos desde el espacio profundo, en las resplandecientes redes de luces nocturnas que delinean nuestra floreciente civilización global.



Pero nuestro amor moderno por las noches llenas de luz también proyecta una larga sombra, desperdiciando energía, perturbando los ecosistemas, y en algunos casos dañando la salud humana. Y como se detalla en el nuevo Atlas Mundial del Brillo Artificial del Cielo Nocturno presentado el viernes, las mismas luces que adornan nuestro planeta y revelan nuestra presencia en el universo también están sofocando nuestra visión de las estrellas. El Atlas fue publicado en Science Advances.

De acuerdo con el atlas, que fue elaborado mediante el análisis de decenas de miles de imágenes en alta resolución de luces nocturnas en la Tierra tomadas desde el satélite Suomi National Polar-orbiting Partnership (Asociación Nacional de Órbita Polar, en español, también llamado Suomi PNP) de NOAA y la NASA, aproximadamente una de cada tres personas en la Tierra no puede ver la Vía Láctea cuando miran hacia el cielo nocturno. Para los estadounidenses, el porcentaje es mayor: La contaminación lumínica impide que cuatro de cada cinco personas puedan ver la galaxia en la que vivimos como un río transparente que se dibuja en forma de arco sobre nuestras cabezas. Quienes viven en países con una particular contaminación lumínica, como Singapur, Corea del Sur y Qatar, apenas si quiera pueden ver las estrellas, y en lugar de eso pasan sus noches en un perpetuo “crepúsculo artificial”. Afuera del relativamente inhóspito mar abierto y los desiertos polares, la fracción del planeta habitado que tiene cielos naturalmente oscuros se limita a lugares poco conocidos como Chad, Papua Nueva Guinea y Madagascar, y es cada vez menor.

 “Hace veinte años, la contaminación lumínica podía ser considerada sólo un problema para los astrónomos”, dice el autor principal Fabio Falchi, profesor de física de la escuela secundaria en Thiene, Italia, que comenzó a preocuparse por la creciente amenaza de la contaminación lumínica en la década de 1990, después de que empezara a interferir con su afición a la astronomía amateur. “Pero fundamentalmente, la vida ha evolucionado durante millones de años con la mitad del tiempo en la oscuridad y la mitad del tiempo con luz, y ahora hemos envuelto nuestro planeta en una niebla luminosa. La contaminación lumínica se ha convertido en un verdadero problema ambiental a escala global”.


“Un cielo estrellado es algo que toca tu alma”, añade Falchi. “La religión, la filosofía, la ciencia, el arte y la literatura de nuestra civilización, todo tiene raíces en nuestras ideas de los cielos, y ahora estamos perdiendo esto con consecuencias que no conocemos totalmente. ¿Qué pasará cuando no podamos inspirarnos en el cielo nocturno?”

Más allá de los inconvenientes obvios de la contaminación lumínica —como los enojados astrónomos o las crías de tortugas marinas y aves migratorias que pierden su camino debido a las luces brillantes—, la mayor parte de sus efectos relacionados son sorprendentemente difíciles de cuantificar. Los investigadores aún carecen de conocimientos profundos sobre las complejas relaciones entre muchos depredadores nocturnos y sus presas, y mucho menos la forma en que los afectan los cambiantes niveles de luz artificial. Para los seres humanos, los efectos son igualmente confusos.

En base a varios estudios epidemiológicos, la Organización Mundial de la Salud en 2007 y la Asociación Médica de Estados Unidos en 2012 advirtieron que la prolongada exposición a la luz nocturna aumenta el riesgo de ciertos tipos de cáncer, probablemente a través de alteraciones de los ritmos circadianos y los niveles hormonales asociados. Aun así, la mayoría de estos estudios no distingue entre la exposición a fuentes al aire libre, como farolas del alumbrado público,  y las de interior, como las pantallas de los televisores y teléfonos inteligentes.

Sin embargo, la dificultad más fundamental ha sido que nadie sabe exactamente qué tan grave es el problema. Los niveles totales de iluminación nocturna son fáciles de calcular a partir de imágenes de satélite —los científicos lo han hecho durante décadas—, pero la determinación de qué cantidad de “resplandor” generan todas esas luces a medida que se dispersa a través de la atmósfera de la Tierra es una tarea espinosa. Falchi y sus colegas obtuvieron sus estimaciones de contaminación lumínica mediante la ejecución de datos del satélite Suomi PNP través de un modelo atmosférico que calcula el resplandor en el cenit (directamente sobre la cabeza) en un cielo sin nubes. Luego, los expertos compararon y ajustaron aún más estos resultados con mediciones reales de brillo del cielo tomadas de varios sitios de cielos claros en la Tierra. El umbral de modelo para la contaminación lumínica significativa fue cuando el cielo nocturno directamente sobre nuestras cabezas fue calculado para convertirse en solo un 1 por ciento más brillante que su estado natural de negro tinta.

De acuerdo con el coautor del estudio Dan Duriscoe, científico del Servicio de Parques Nacionales de EE.UU., que suministró muchas de las mediciones de brillo del cielo, un cambio del 1 por ciento en el brillo en el cenit es mucho más importante de lo que puede parecer, en parte porque se piensa que bastante más de la mitad de las especies de la Tierra son nocturnas. “Un lugar que tenga un brillo del cielo sólo 1 por ciento por encima del cenit natural, posiblemente tiene mucho más resplandor cerca del horizonte, porque es probable que esté en una situación en la que se encuentra dentro de la cúpula de luz de otra cosa a de cientos de kilómetros de distancia”, dice Duriscoe. “Esa es la fortaleza del modelo, pues permite la predicción de las amenazas de la contaminación lumínica de ciudades distantes, ahora y en el futuro. A medida que las poblaciones crecen y se propagan, se va a ser más difícil encontrar zonas sin evidencia de luz artificial”.

Asimismo, los efectos de las nubes pueden amplificar en gran medida incluso pequeños niveles de contaminación lumínica. Por esa razón, dice Travis Longcore, ecologista urbano de la Universidad del Sur de California Dornsife, que no participó en el estudio, el nuevo atlas solo proporciona una línea de base mínima para lo que probablemente sean niveles mucho mayores de contaminación lumínica. “Usted puede tener 10 veces más luz que venga desde abajo de un cielo nublado .... Los lugares donde el atlas muestra una base de referencia de brillo de cielo despejado equivalente al atardecer o a una luna mitad iluminada probablemente sean excluidos como hábitat para especies especialistas que necesitan una real protección de la oscuridad para sobrevivir y prosperar”.

Para los seres humanos, las reflexiones más preocupantes que revela el atlas son los efectos del actual cambio a diodos emisores de luz —LED— como fuentes de luz al aire libre en detrimento de la antigua iluminación incandescente. Las luces LED son mucho más eficientes energéticamente, durables y ajustables dinámicamente en comparación con las bombillas incandescentes, y tanto EEUU como muchos otros países están incentivando agresivamente su uso. Sin embargo, las LEDs más económicas brillan más fuerte en duras tonalidades blanco azuladas. Debido a que la atmósfera terrestre dispersa preferentemente la luz azul (como prueba, simplemente mire hacia arriba en un cielo iluminado por el sol), el modelo de Falchi sugiere que una conversión a gran escala a la iluminación LEDs barata de color blanco azulado para la iluminación al aire libre podría aumentar sustancialmente el resplandor, incluso si la cantidad total de luz emitida se mantiene constante. Además de ser estéticamente poco atractivas para muchas personas, existe la preocupación de que la luz LED blanca azulada también pueda ser peligrosa. Los seres humanos tienen máxima sensibilidad visual a las partes amarillas y verdes del espectro visible, dice George Brainard, fotobiólogo en la Universidad Thomas Jefferson que no participó en el estudio de Falchi.

Pero es la luz blanco azulada —exactamente del tipo más generado por LEDs baratas— la que domina la regulación de los ritmos circadianos humanos y otros ciclos biológicos importantes, dice Brainard. “La adopción a gran escala de LEDs va a lograr un gran ahorro de energía, lo cual es algo bueno”, dice Brainard. “La pregunta es: esos grandes ahorros de energía, ¿comprometer la salud humana y los ecosistemas?”

El mayor valor del estudio de Falchi y sus colegas pueden ser las líneas de base que establece para los debates políticos sobre la contaminación lumínica y sus cambios asociados en el nivel de iluminación nocturna. El hallazgo del atlas sobre los efectos perniciosos del resplandor blanco azulado de las luces LED, dice Longcore, “es un mensaje de que incentivar la conversión a estas LED baratas es un error político colosal”.

“Si yo, como profesor universitario, me acercara a mi junta de revisión institucional y dijera que quiero experimentar en poblaciones enteras mediante la introducción de longitudes de onda de luz más asociadas con efectos biológicos y ecológicos perjudiciales, ellos me sacarían por la puerta, a la calle y fuera de mi oficina”, dice Longcore. “Afortunadamente, ahora podemos utilizar LEDs de colores mucho más cálidos, que eliminan el pico azul en el espectro, que es muy dañino porque se dispersa mucho en la atmósfera de la Tierra”.

Además de usar preferentemente las luces LED de colores más cálidos, los autores del estudio dicen que la pérdida de cielos estrellados debido a la contaminación lumínica puede ser prevenida o revertida con regulaciones más estrictas sobre las luces artificiales, así como la llegada de los autos sin conductor, que requieren menos iluminación de la calle. Hay, sin embargo, una solución aún más simple.

“Me gusta decirle a la gente que lo lindo de la iluminación al aire libre es que su impacto ambiental puede eliminarse al instante”, dice Duriscoe. “Todo lo que tienen que hacer es apagar las luces”.

Fuente de información: http://www.scientificamerican.com/ - http://www.livescience.com/